EL EJÉRCITO Y EL CRISTIANO
El Estado es autónomo de la iglesia, por lo cual puede tener su Ejército, no-cristiano, por supuesto.
Cristo, al hablar con los soldados les advirtió sobre la corrupción y la calumnia usuales en su profesión, pero no consta que les dijera nada de dejar el Ejército.
Una nación puede organizar su propia defensa, aunque no es ética la agresión a otra nación.
¿Puede un cristiano matar? No debe matar (ni siquiera lo podemos deducir en las Escrituras en propia y legítima defensa, aunque estas cosas pasen, mucho menos como agresión).
No es de extrañar que Jesús señalara a Pilatos: “Mi Reino no es de este mundo, si mi Reino fuera de este mundo, mi gente hubiera combatido para que no fuese entregado a los judíos, pero mi Reino no es de aquí” (Juan 18:36). Y, cuando Pedro pretende defenderle, le indica: “Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán” (Mateo 26:52)
Tertuliano (160-220): Fue hijo de un oficial romano. Escribe en “De Corona”: “¿Será lícito a alguno adiestrarse en el manejo de la espada siendo así que el manejo de la espada siendo así que el Señor ha sentenciado que a espada morirá el que hiciere uso de la espada? ¿Podrá ir a la guerra un hijo de la paz que ni siquiera osa entrar en litigios?” (cap. 11). A esta misma pregunta responde en el cap.19 de “Idolatría”: “Es imposible porque existe una incopatibilidad entre el compromiso divino y el humano, entre el signo de Cristo y el de Satanás…¿cómo podría combatir, aún más, cómo podría ser soldado en tiempos de paz, el que carece de espada puesto que le privó de ella el Señor?”.
En el Reino de Dios que Jesús predica, ¿puede haber lugar para el crimen? No, y la actitud de la Iglesia Apostólica lo demuestra. Los primeros cristianos no eran soldados y, a menudo si lo eran, recibían la excomunión.
Según el más antiguo reglamento cristiano conocido (el de S Hipólito, s.II-III), se dice: “catecúmeno o fiel que lleguen a ser soldados que sean rechazados porque han despreciado a Dios”. Asimismo, en las constituciones apostólicas de inicios del s. IV.
El centro de todo este asunto es: el Estado es el mundo pagano y, efectivamente, puede matar y hacer muchas otras cosas contra la ley de Dios, pero un cristiano no. Son cosas distintas: mundo frente a creyentes.
“No nos entrenamos para la guerra…sinó para la paz. La guerra exige grandes gastos… sin embargo la paz y el amor no necesitan armas ni gastos ingentes” (“Paedagogus” I, 1100:12, de Clemente de Alejandría, muerto en 205). Por esos gastos ingentes, en Estados Unidos se ha hundido la economía para gran parte de la clase media y media-baja. El «milagro económico» alemán y japonés tras la 2ª Guerra Mundial fue debido a carecer de gastos militares.
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Los romanos eran muy cuidadosos en los juícios, a pesar de sus muchos excesos, guerras y sus épocas convulsas. Cuando iban a ejecutar a alguien escribían actas del juício. Gracias a ello nos han llegado muchas actas de los mártires de la Iglesia primitiva. He aquí un ejemplo:
Martirio de san Maximiliano
A Teveste (1), durante el consulado de Tusco y Anulino, el día doce de marzo, habiendo comparecido el foro Fabio Víctor junto con Maximiliano y permitida la asistencia del abogado Pompeyo, éste comenzó diciendo:
-Fabio Víctor, temonario (2) se ha presentado con Valeriano Quintino, prefecto de Cesarea, junto con el excelente recluta Maximiliano, hijo de Víctor: como que es apto, pido que le sea tomada la talla.
El Procónsul Dión pregunta:
-¿Cómo te llamas?
Maximiliano respondió:
-¿Para qué quieres saber mi nombre? No me es lícito hacer el servicio militar, porque soy cristiano.
El Procónsul Dión dijo:
-Tomale la talla.
Mientras se la tomaban, Maximiliano replica:
-No puedo hacer el servicio militar; yo no puedo hacer daño; soy cristiano.
El Procónsul Dión dijo:
-Tomale la talla!
Una vez hecho, el oficial proclamó:
-Mide cinco pies y diez pulgadas (3).
Dión dijo al oficial:
-Marquelo.
Resistiéndose a ellos, Maximiliano respondió:
-No. No puedo hacer el servicio militar.
Dión dijo:
-Haz el servicio si no quieres morir.
Maximiliano respondió:
-No lo haré. Córtame el cuello; yo no soy soldado de este mundo, sino soldado de mi Dios.
El Procónsul Dión le preguntó:
-¿Quien te ha líado de esa manera?
Maximiliano respondió:
-Mi alma y Aquel que me ha llamado. Dión dijo a Víctor, su padre:
-Aconseja a tu hijo.
Víctor respondió:
-Él lo sabe, ya tiene suficiente conocimiento para saber lo que le conviene.
Dión dijo a Maximiliano:
-Haz el servicio y recibe la marca (4)
-No recibo ninguna marca -respondió-. Ya llevo la señal de Cristo, mi Dios.
Dión dijo:
-Enseguida te enviaré a tu Cristo.
-¡Ojalá que lo hicieras ahora mismo! -respondió-. Esta es también mi gloria.
Dión dijo al oficial:
-Márquelo.
Oponiendo resistencia, Maximiliano respondió:
-Yo no acepto la marca de este mundo y, si me la pones, la romperé, porque no tiene ningún valor. Yo soy cristiano, no me es lícito llevar colgado al cuello ese trozo de plomo desde que llevo la señal salvador de mi Señor Jesucristo, hijo del Dios vivo, que tú no conoces, que sufrió por nuestra salvación y que Dios entregó por nuestros pecados. A él servimos todos los cristianos; a él seguimos como líder de la vida, promotor de la salvación.
Dión dijo:
-Realiza el servicio militar y toma la marca si no quieres morir miserablemente.
-No moriré -le respondió Maximiliano-. Mi nombre ya está con mi Señor. No puedo prestar el servicio militar.
-Date cuenta de que eres joven -insistió Dión -, y haz el servicio, que es lo que procede para un joven.
-Mi milicia corresponde para con mi Señor -contestó Maximiliano- No puedo ser soldado de este mundo. Ya lo he dicho: soy cristiano.
El Procónsul Dión dijo:
-En la sagrada comitiva de nuestros señores Diocleciano y Maximiano, Constancio y Máximo, hay soldados cristianos y hacen el servicio militar.
-Ellos sabrán lo que les conviene -respondió Maximiliano-. Sin embargo, yo soy cristiano y no puedo hacer ningún daño.
-¿Qué mal hacen los que hacen el servicio? -preguntó Dión.
-Tú bastante sabes lo que hacen -contestó Maximiliano.
El Procónsul Dión dijo:
-Haz el servicio, no subestimes la milicia si no quieres acabar mal.
-Yo no moriré -respondió Maximiliano-; y, si salgo de este mundo, mi alma vivirá con Cristo, mi Señor.
Dión ordenó:
-Elimine su nombre.
Una vez borrado, Dión dijo:
-Ya que con espíritu insumiso has rechazado el servicio militar, recibirás la sentencia correspondiente -para que escarmienten los demás.
Y leyó la sentencia: «Ordeno que Maximiliano sea pasado por la espada por haberse negado con espíritu insumiso a realizar el juramento de la milicia.»
Maximiliano respondió:
-Doy gracias a Dios.
Había vivido en este mundo veintiun años, tres meses y dieciocho días.
Mientras lo llevaban al lugar del suplicio, dijo:
-¡Hermanos muy queridos! Apresuraros ávidamente con todas las fuerzas para tener la suerte de ver al Señor; que él os otorgue también a vosotros la misma corona.
Y con cara muy alegre dijo a su padre:
-Da a este verdugo el vestido nuevo que me habías preparado para la milicia. ¡Ojalá que te pueda multiplicar el ciento por uno, porque así nos podamos gloriar ambos en el Señor!
Y así sufrió inmediatamente el martirio.
La matrona Pompeyana reclamó el cadáver de Maximiliano al juez y, colocándolo en su litera, lo trasladó a Cartago y lo sepultó bajo la colina, junto al mártir Cipriano, cerca del palacio. Y, cuando la matrona murió, doce días después, fue sepultada allí mismo.
Su padre, Víctor, se volvió a su casa con gran alegría, dando gracias a Dios porque había enviado de antemano un tal regalo al Señor, él que debería seguirle pronto.
Demos gracias a Dios. Amén.
1. Ciudad de la Numidia Cirtense, actual Tebesa.
2. El temonario era el recaudador del temo, un impuesto en metálico para liberarse del servicio militar.
3. Es decir, un metro setenta y ocho. La talla mínima requerida para ser legionario era de un metro setenta y dos.
4. La marca (signaculum) era una plaqueta de plomo que el soldado llevaba en el cuello como signo de identidad. Cf. GUIM, Urbs Roma, III, Salamanca 1985, p. 473, donde comenta precisamente este episodio de Maximiliano.